No podemos controlarlo todo. Eso está claro, pero la incertidumbre propia de nuestra sociedad actual puede ser un problema para muchas personas. Vivimos en un mundo de cambio constante, así que no nos queda más opción que adaptarnos o frustrarnos, una opción poco aconsejable.
A lo largo de nuestra vida profesional tendremos que afrontar momentos de incertidumbre. Nos veremos obligados a tomar una decisión sin contar con toda la información disponible, de ahí la importancia de trabajar nuestra capacidad de reacción.
En este tipo de situaciones es normal que aparezca el estrés y el miedo, emociones que, hasta cierto punto, pueden ser positivas. Cuando nos sentimos bajo presión, tendemos a estar más alerta y a tener una mejor capacidad de atención. Si somos capaces de canalizar esas emociones, podremos aprovecharnos de ellas y ser más resolutivos.
Una estrategia interesante es aprender a relativizar los problemas. Cuando afrontamos las dificultades una a una y las valoramos en su justa medida, no parecen tan complicadas. En primer lugar, porque las racionalizamos. Es decir, las procesamos de una manera más profunda que al conocerlas por primera vez, cuando nos puede el miedo o el estrés.
Entonces, qué otras claves podemos tener en cuenta para sobrellevar mejor la incertidumbre. La primera de ellas, y quizá la más difícil, es que entendamos el contexto dinámico en el que vivimos. Una vez hecho esto, podremos tomar una actitud proactiva frente al cambio para aprovechar las oportunidades que nos ofrece.